14 agosto, 2006

Rayos de Esperanza

Un Juramento Inválido


Comenzaremos aquí por emitir un enunciado categórico, respaldado por las doctrinas y las enseñanzas milenarias de la misma Iglesia Católica, dirigido a todos aquellos jóvenes católicos que, habiendo tomado uno de los juramentos de lealtad en su ingreso a la sociedad secreta "Tecos" de la Universidad Autónoma de Guadalajara o a la Organización Nacional del Yunque o a cualquiera de sus organizaciones satélites, se sientan comprometidos moralmente a respetar la solemnidad con la cual se les extrajo el juramento:

Estos juramentos de lealtad dados a las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana no tienen absolutamente ninguna validez ante la Iglesia Católica. Se puede abjurar en cualquier momento de este tipo de juramentos sin que se deba sentir por ello ninguna pena o remordimiento, y sin que haya ninguna reprobación o condena de parte de la Iglesia Católica para quienes decidan salirse de estas sociedades secretas.

Esto es un asunto toral y trascendente. Esto significa que, aunque en la ceremonia del juramento el inducido se haya arrodillado ante un crucifijo, aunque se haya arrodillado ante las imágenes de docenas de santos, aunque haya besado la cruz de Cristo jurando solemnemente obedecer en forma ciega e incondicional todas las órdenes que le sean dadas dentro de la sociedad secreta ... ¡el juramento carece por completo de validez! La Iglesia Católica no avala ni reconoce este tipo de juramentos. No hay ninguna bula Papal, ninguna encíclica, ninguna carta pastoral, en la cual estos extremistas se puedan apoyar para justificar estar usando el nombre de Cristo para sus muy peculiares y siniestros propósitos.

En pocas palabras, si en cualquier momento el recluta, aunque haya acumulado varios años de membresía, decide simplemente decirles ¡Adiós!, empacar sus maletas y despedirse para siempre de estos seres enfermos de mente y de espíritu, no estará incurriendo en pecado alguno. Para aquellos con formación católica, el mensaje aquí es contundente: se pueden salir de estas sociedades secretas sin sentir remordimiento alguno. Se pueden salir en cualquier momento, en este mismo momento, y a nadie le harán daño alguno al hacerlo excepto a los jefes siniestros que con cada deserción pierden para siempre a un "soldado de base" al que ya no pueden manipular a su antojo.

Un lector que carezca de los más elementales principios morales y que posea algo de imaginación puede, si así lo desea, echar a andar su propia "secta" embaucando a los incautos que estén dispuestos a creer en él y en sus mentiras. Como si estuviera escribiendo una escena teatral, puede elaborar una ceremonia de inducción con buenos efectos coreográficos, incluyendo antorchas, velas, imágenes de santos, crucifijos, agua supuestamente bendita, e inclusive algún impostor disfrazado de sacerdote para darle credibilidad al asunto, sin faltar el indispensable juramento de lealtad, y con este sketch (guión) puede echar a andar su propia sociedad secreta. Sin embargo, y se repite con fuerza para algún lector que haya ingresado a un grupo clandestino de extrema derecha por un procedimiento como el que aquí se describe, este tipo de "ceremonias" jamás han estado reconocidas por la Iglesia Católica, lo cual desintegra también el juramento de lealtad en mil pedazos. No comete pecado ni contraviene enseñanza alguna de la Iglesia Católica aquél que decida renegar de su asociación con estos movimientos clandestinos; y por el contrario, si es un creyente, la salvación de "eso" que en el Cristianismo es identificado como el alma requiere forzosamente desligarse de estas abominaciones humanas, ya que no se puede servir a dos amos al mismo tiempo, y menos cuando se trata de un amo como la familia Leaño de Guadalajara o algo como la Organización Nacional del Yunque.


La Iglesia Católica NO aprueba a las Sociedades Secretas, lo cual incluye a los Tecos y a El Yunque, así como a TODAS sus filiales


Las sociedades secretas en general no están aprobadas por la Iglesia Católica. Y dá la casualidad de que tanto los Tecos como El Yunque son sociedades secretas, las cuales por este solo hecho caen también automáticamente bajo la desaprobación que para estas sociedades tiene reservada la Iglesia Católica.

Veamos lo que nos tiene que decir sobre las sociedades secretas (en el caso que nos importa, sobre los Tecos y El Yunque, aunque en su tiempo aún no nacían estas monstrousidades) el Papa León XIII en su Carta Encíclica "Humanum Genus" del 20 de abril de 1884, leyendo primero la introducción a la Encíclica:

El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad.

El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad; el otro es el reino de Satanás, bajo cuyo imperio y potestad se encuentran todos los que, siguiendo los funestos ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, rehusan obedecer a la ley divina y eterna, y obran sin cesar o como si Dios no existiera o positivamente contra Dios. Agudamente conoció y describió Agustín estos dos reinos a modo de dos ciudades contrarias en sus leyes y deseos, compendiando con sutil brevedad la causa eficiente de una y otra en estas palabras: Dos amores edificaron dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios edificó la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial.

Tras esta introducción a su Encíclica, el texto específico de la desaprobación de León XIII a las sociedades secretas es el siguiente (Nota Bene: Aunque el Papa León XIII cita como referencia a las logias masónicas que proliferaban en su tiempo, su desaprobación abarca a todas las sociedades secretas, no sólo a las logias masónicas. Los Tecos y El Yunque caen directamente bajo esta desaprobación Papal):

8. Hay varias sectas que, si bien diferentes en nombre, ritos, forma y origen, unidas entre sí por cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concuerdan de hecho con la secta masónica, especie de centro de donde todas salen y adonde vuelven. Estas, aunque aparenten no querer en manera alguna ocultarse en las tinieblas, y tengan sus juntas a vista de todos (Comentario: A diferencia de las logias masónicas, cuyos edificios y centros de reunión son públicos y están a la vista de todos, las sociedades secretas de la ultraderecha ocultan inclusive a sus centros de reunión, manteniendo en muchos casos la incógnita de ellos bajo amenaza de pena de muerte, algo que la misma Masonería no acostumbra a hacer), y publiquen sus periódicos, con todo, bien miradas, son un género de sociedades secretas, cuyos usos conservan. Pues muchas cosas hay en ellas a manera de arcanos, las cuales hay mandato de ocultar con muy exquisita diligencia, no sólo a los extraños, sino a muchos de sus mismos adeptos, como son los planes íntimos y verdaderos, así como los jefes supremos de cada logia, las reuniones más reducidas y secretas, sus deliberaciones, por qué vía y con qué medios se han de llevar a cabo. A esto se dirige la múltiple diversidad de derechos, obligaciones y cargos que hay entre los socios, la distinción establecida de órdenes y grados y la severidad de la disciplina por que se rigen. Tienen que prometer los iniciados, y aun de ordinarios se obligan a jurar solemnemente, no descubrir nunca ni de modo alguno sus compañeros, sus signos, sus doctrinas. (Comentario: Esto último es precisamente lo que hacen todas las sociedades secretas de la extrema derecha mexicana, sin exceptuar ninguna.) Con estas mentidas apariencias y arte constante de fingimiento, procuran los Masones con todo empeño, como en otro tiempo los maniqueos, ocultarse y no tener otros testigos que los suyos. Celebran reuniones muy ocultas, simulando sociedades eruditas de literatos y sabios, hablan continuamente de su entusiasmo por la civilización, y de su amor hacia los más humildes: dicen que su único deseo es mejorar la condición de los pueblos y comunicar a cuantos más puedan las ventajas de la sociedad civil. Aunque fueran verdaderos tales propósitos, no todo está en ellos. Además, deben los afiliados dar palabra y seguridad de ciega y absoluta obediencia a sus jefes y maestros, estar preparados a obedecerles a la menor señal e indicación; y de no hacerlo así, a no rehusar los más duros castigos ni la misma muerte. Y, en efecto, cuando se ha juzgado que algunos han traicionado al secreto o han desobedecido las órdenes, no es raro darles muerte con tal audacia y destreza, que el asesino burla muy a menudo las pesquisas de la policía y el castigo de la justicia. (Comentario: Todo esto es precisamente lo que vive cualquiera que esté metido dentro de alguna de las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana: debe dar su palabra y seguridad de ciega y absoluta obediencia a sus jefes y maestros mediante el terrible juramento de lealtad que está obligado a dar al momento en que ingresa, y sabe perfectamente que violar cualquiera de las reglas le puede costar ser castigado inmisericordemente -fuera de la Ley- inclusive con la pena de muerte.)

Ahora bien: esto de fingir y querer esconderse, de sujetar a los hombres como a esclavos con fortísimo lazo y sin causa bastante conocida, de valerse para toda maldad de hombres sujetos al capricho de otro, de armar a los asesinos procurándoles la impunidad de sus crímenes (Comentario: los Tecos y El Yunque arman y agrupan a sus asesinos en lo que se conoce como fuerzas de choque, y gracias a la infiltración que han estado llevando a cabo en los gobiernos estatales, municipales, y federal, han logrado una impunidad casi total para los crímenes que se han cometido a causa de ellos), es una monstruosidad que la misma naturaleza rechaza; y, por lo tanto, la razón y la misma verdad evidentemente demuestran que la sociedad de que hablamos pugna con la justicia y la probidad naturales.

El riesgo para un Teco o un Yunquista en tomar la decisión de abandonar cualquiera de las sociedades secretas de la ultraderecha mexicana no radica en que, como católico, la salvación de su alma pueda correr algún peligro, porque, como ya se dijo, los juramentos de lealtad utilizados por estas nefastas organizaciones no están reconocidos y mucho menos aceptados por la Iglesia Católica como válidos, siendo por tanto completamente nulos en su valor para un posible mejoramiento espiritual del individuo. El riesgo radica en que sus iracundos jefes, en un arranque explosivo de ira, puedan decidir descargar su coraje en contra del desertor arrepentido acusándolo de traición, agrediéndolo físicamente dejándolo con huellas que llevará por el resto de su vida, o peor aún, matarlo. Y ciertamente, son capaces de esto. Ya lo han hecho, y lo seguirán haciendo, mientras estén al servicio de mafias criminales como la que maneja ese multimillonario negocio familiar llamado Universidad Autónoma de Guadalajara.

Es por ello que, antes de que un católico arrepentido decida comunicar a la sociedad secreta de extrema derecha en la cual milita que ya no piensa seguir haciéndoles el juego y que tiene la intención de abandonarlos, se le recomienda -dentro de su religión católica- recurrir a un sacerdote conocido, confesarse, comulgar ... y prepararse espiritualmente para la muerte que le puedan tener deparada estos tipos en caso de no ser posible escapar de su largo brazo vengador. De cualquier modo, si matan al joven católico que quiera desligarse para siempre de estas amistades nefastas, posiblemente le sea mejor morir a manos de ellos por negarse a seguir sirviendo a sus malvadas intenciones, a que otros lo maten por estar obedeciendo las órdenes emanadas de un jefe que ni siquiera conoce.

La Iglesia Católica jamás ha dado su visto bueno ni a los Tecos de la Autónoma de Guadalajara ni a El Yunque. No tienen en sus manos ni un solo documento oficial de la Iglesia Católica que los exculpe de las barbaridades que están cometiendo al estar dizque "defendiendo" a México del comunismo. Ni siquiera el Cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, quien no ve con malos ojos el supuesto anticomunismo que estas sociedades secretas dicen profesar (o mejor dicho, que deberían decir haber profesado, porque el modelo económico marxista-leninista está obsoleto excepto en Corea del Norte, y el alegar estar buscando comunistas para combatir es tan infantil como lo fue para Don Qujote el estar luchando contra molinos de viento), jamás ha puesto por escrito observación o comentario alguno en el cual les dé su aprobación eclesiástica a estos movimientos funestos para operar con la bendición de la Iglesia que representa.


Desprogramación


En la trilogía de Sir John Ronald Reul Tolkien, "El Señor de los Anillos", Sauron con su enorme maldad logra transformar a los angelicales elfos que tienen el infortunio de caer en sus manos en abominables y monstruosos orcos a los que les gusta devorar carne humana. Resulta difícil evitar hacer una comparación entre los elfos y los devotos jóvenes católicos que al entrar en contacto con los agentes indoctrinadores de la extrema derecha mexicana armados con la propaganda basura que les acompaña por doquier terminan corrompiendo los valores cristianos de los corderos incautos transformándolos en fieras salvajes para quienes el odio y la simulación terminan siendo formas aceptables de vida.

Esta alteración de la personalidad requiere la mayoría de las ocasiones que la presa sea un joven inmaduro, impresionable, y falto de información. Difícilmente un adulto mayor, educado, bien informado, se deja jalar por este tipo de gente.

Cuando la presa es introducida por vez primera al mundo de la ultraderecha, se le hace creer que se le está revelando algo grande, algo de lo que muy pocos están enterados. Se le hace creer que ha sido elegido por el destino como un ser privilegiado para ser enterado de algo que muy pocos saben: la existencia de una "gran conspiración judía" para apoderarse del planeta en la cual los masones y los comunistas son también parte de la complot. Para tal efecto, es puesto en contacto con la literatura típica manejada por estas organizaciones, literatura que presenta muchas "pruebas" que documentan la supuesta existencia de "la gran conspiración". Y como todas las demás sectas y cultos, la propaganda depende mucho en el proceso de la generalización (lo que en lógica se conoce como la inducción y que es lo opuesto de la deducción). De este modo, si se desea demostrar que todos los miembros de un segmento de la población son criminales indeseables, entonces a sabiendas de que en cualquier grupo racial, social o religioso siempre hay por lo menos de un dos a un cinco por ciento de individuos con tendencias criminales, entonces basta con juntar en un solo lugar muchos datos acerca de ese dos a cinco por ciento de individuos en cierto segmento de la población, y hacer tras esto una generalización diciendo algo como lo siguiente: "Esta persona, y esta otra, y esta otra, son pedófilos, y como todos ellos pertenecen a un grupo racial X, entonces todos los miembros de este grupo racial X son pedófilos". Pero los engañosos procesos inductivos de los que está plagada la literatura de la extrema derecha son mucho más sutiles que esto; sugieren algo aquí, sugieren algo allá, presentan varios datos ciertos aquí, los revuelven con otros datos falsos allá, y al final todo deviene en una obra que tomada en su totalidad parece consistente y verdadera, pero que si es desmenuzada en sus partes esenciales es incapaz de tolerar un análisis académico de lo más elemental. Si nos apoyamos únicamente en la inducción, entonces tendríamos que concluír que todos los que practican la fé musulmana son unos terroristas suicidas en potencia con un desprecio absoluto por la vida humana, atenidos únicamente a lo que vemos en las noticias. Pero esto sería una rotunda falsedad; hay muchos musulmanes pacíficos respetuosos de la Ley que no tienen por qué cargar con las culpas de lo que hagan unas bandas de asesinos que no representan ni siquiera una centésima de por ciento del total de la población musulmana mundial.

En el caso especial de una institución como la Universidad Autónoma de Guadalajara, lo que dá una extraordinaria efectividad a los procesos de fanatización que utilizan sus dueños para inducir a jóvenes desprevenidos dentro de la terrible sociedad de ultraderecha "Tecos" es la credibilidad que los jóvenes suponen que se le debe dar a esta institución universitaria y a sus funcionarios. Muchos de estos jóvenes dirán: ¿No son acaso los funcionarios y maestros de la UAG gente que por contar con estudios de Maestría y Doctorado debería estar mucho mejor enterada que los demás sobre lo que es cierto y lo que no lo es? ¿Acaso los funcionarios universitarios de la UAG no están obligados a ser todos ellos gente seria, responsable, incapaz de tolerar en lo absoluto aberraciones neo-Nazis como las que inculcan a escondidas, a menos de que estuvieran absolutamente seguros de lo que pregonan a espaldas de los programas oficiales de estudio? Y con estas simples suposiciones, cometen el error fatal de confiar en ellos, pese a que en su conjunto no son más que una "secta" amoral que lucra con el fanatismo de sus víctimas para expander sus negros intereses. A la pregunta de muchos padres de familia incrédulos: ¿cómo es posible que en una institución de enseñanza superior puedan ocurrir cosas como éstas?, sólo se les puede decir: "Mirad los orígenes mismos de esta institución, hablad con quienes han estado en ella y saben en carne propia lo que ahí ocurre en la clandestinidad, y sacad vuestras propias conclusiones".

Si es duro caer en manos de estos tipos poniéndose incondicionalmente al servicio de ellos, más duro aún es abrir los ojos dándose cuenta del engaño. Quienes han pasado por este proceso lo describen como una experiencia horrible, tras la cual sienten un enorme vacío al quedarse sin aquello que les daba razón de ser a sus vidas. Y sin embargo, no queda otro camino más que éste para soltar para siempre esas ataduras invisibles que esclavizan al individuo a una secta mesiánica o a unos vivales que dicen estar "salvando" a la Patria o a la humanidad entera. Este proceso se llama desprogramación.

La desprogramación es un proceso totalmente contrario a la fanatización. Al fanatizar a alguien, al "lavarle el cerebro", en realidad lo que se está haciendo es reprogramar los procesos mentales de su cerebro como si fuese una simple computadora programable. Aunque pueda parecer insultante la noción de que el cerebro -la mente- de una persona pueda ser programado por otros como si fuese una simple máquina, en realidad esto es lo que hace una buena fanatización: reprogramarle al individuo su cerebro, como si fuese un vil robot. ¡Y esto ocurre sin que la víctima se dé cuenta de que su mente está siendo manipulada! Si se desean remover los implantes mentales, entonces el proceso de "programación" debe ser revertido por un proceso contrario llamado apropiadamente "desprogramación".

El impacto de una experiencia dura que hace que el mundo en torno a una persona se vaya derrumbando paulatinamente o, peor aún, se derrumbe de súbito, está bien caracterizado en la película "El Cuerpo", la cual trata de una tumba conteniendo una osamenta que es descubierta por una arqueóloga israelí, que resulta ser la de un hombre que fue crucificado hace dos mil años y la cual tiene todas las características de haber pertenecido a un carpintero. El descubrimiento de lo que parecen ser los restos mortales del Señor Jesús arroja en un sacerdote católico que ayuda inicialmente a la arqueóloga una terrible sombra de duda sobre la resurrección de Jesucristo -el dogma básico sobre el cual descansa toda la fé católica- al ver los restos, a grado tal que termina quitándose la vida (al final de la película, una inscripción antigua revela que la osamenta no pertenece al cuerpo del Señor Jesús).

Esto no significa que aquellos ex-Tecos o ex-Yunquistas que pasen por una fase de desprogramación terminarán quitándose la vida, pero una desprogramación genuina no puede darse sin pasar por algún tipo de crisis, la cual en el mejor de los casos el individuo tendrá que enfrentar con el apoyo de sus seres queridos, o que en el peor de los casos tendrá que enfrentar solo.

La desprogramación requiere que el individuo acepte herirse en su orgullo, en su amor propio, en donde más le duele, y aceptar la dolorosa realidad de que lo tantearon, requiere reconocer que quienes lo indujeron sólo estaban interesados en su dinero o en usarlo como "carne de cañón". Esto puede ser demasiado para muchos, y es la razón por la cual hay quienes prefieren morir llevándose el engaño hasta su tumba que someterse a ese examen de auto-conciencia. Muchas veces, el ser abandonado a la suerte por los "redentores" en un trance difícil es suficiente para sacudir al individuo echando a andar el proceso de desprogramación por sí solo. En otros casos, la desprogramación es el resultado paulatino de un proceso acumulativo de años al través de los cuales el individuo se va dando cuenta por sí solo de las falsedades con las cuales fue engatusado. En mejores condiciones, el individuo puede recibir terapia clínica administrada por profesionales, lo cual aunque puede ser algo costoso en términos monetarios no es diferente a la inversión económica requerida para dejar permanentemente alguna adicción como las adicciones a la heroína o a la cocaína. (Hay terapeutas que han llegado a comparar las adicciones a las causas fanáticas como una dependencia psicológica que difiere de la adicción a las drogas únicamente porque en el caso de la drogadicción hay una dependencia fisiológica además de una dependencia psicológica.) En casos extremos, la víctima ha tenido que ser secuestrada por sus propios familiares para poder liberarla de sus amos-verdugos.

Tan sombría y costosa como puede ser la perspectiva de una desprogramación, hay algo extraordinariamente positivo en el proceso. Lo positivo es que, una vez desprogramado, una vez que el "lavado de cerebro" ha sido desbaratado, el individuo queda inmune por el resto de su vida en contra de la causa por la cual fue engullido. Ya nunca más volverá a confiar en "ellos". Que a fin de cuentas es lo que debió haber hecho desde un principio para evitarse tantos conflictos internos que nunca debió de haber experimentado. El individuo que ha sido desprogramado sólo tiene que temer a quienes ha abandonado que ahora ven en él a un peligro que los puede parar de cabeza, porque sabe exactamente cuáles son sus falsedades, sabe exactamente la manera en la que operan, sabe exactamente cuáles son sus debilidades.

Visto de esta manera, la desprogramación no sólo es un medio (quizá el único) para quitarle sus "soldados" a la extrema derecha mexicana sin derramar una sola gota de sangre en la lucha. Es también la mejor vía para obtener en contra de estas siniestras organizaciones a sus más acérrimos detractores. Y si alguien puede tener credibilidad al hablar sobre ellas, es precisamente alguien que desilusionado ha decidido salirse para siempre abandonando algo por lo que no vale la pena luchar, y mucho menos morir.


La Guerra Sintética


De los empolvados anaqueles en una vieja biblioteca de la ciudad de Guadalajara, surge un rayo de luz, un rayo de esperanza, el cual como relámpago estruendoso surcando grandes distancias ilumina súbitamente las nubes obscuras que lo rodean. Tal vez, a fin de cuentas, no todo está perdido. Tal vez, a fin de cuentas, aún sea posible rescatar a la Patria de las manos temibles en las que está cayendo. Ese rayo de luz, ese rayo de esperanza, se llama ...

¡La Guerra Sintética!

"La Guerra Sintética" es el título de una novela histórica escrita por el sacerdote David Ramírez, bajo el seudónimo de Jorge Gram, publicado originalmente por la editora "Rex Mex" en San Antonio, Texas, en 1937, cuando México estaba inmerso en uno de sus más severos conflictos civiles.

Aunque pertenece a otra época y apareció bajo otro contexto, lo que sugiere el libro es completamente aplicable a nuestro tiempo, porque proporciona las herramientas precisas para reducir a un mínimo cualquier sacrificio que se tenga que hacer en caso de no quedar más remedio que recurrir al uso de la fuerza en legítima defensa para salvar a México del enorme peligro que representa la conjura actual montada por la extrema derecha. Lo ideal sería expulsar a esta amenaza por la vía democrática, por la fuerza de los votos arrojados por millones de mexicanos en contra de estos fanáticos. Pero si los avorazados ultrafanáticos ya han decidio usurpar para sus propósitos el enorme poder de los medios visuales de comunicación, usurpar los amplios recursos del gobierno federal tales como el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN) y de la Procuraduría General de la República y otras dependencias públicas, y recurrir a la amenaza, a la infiltración, a la traición, al chantaje, a la extorsión y a las demás armas sucias que les caracteriza en su lucha para no perder el poder, entonces vale la pena tener en cuenta lo que explora el libro "La Guerra Sintética". No en vano, en su tiempo fue prohibida la publicación y la venta de este libro en México, pese a que los argumentos que proporciona son enteramente válidos en cualquier época. La punto crucial de partida es el siguiente: ¿es justo que mueran miles, o cientos de miles, o quizá millones, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, por la locura de poder unos cuantos o quizá de uno solo? La respuesta a esta pregunta parece ser una sola. Y esta respuesta desata la idea central de cómo se puede luchar mejor en contra de la temible extrema derecha mexicana.

Tal vez lo mejor sea irnos directamente a unos párrafos tomados del libro "La Guerra Sintética" para que el lector se dé una idea del por qué los neofascistas de la extrema derecha no quieren que el concepto de "La Guerra Sintética" sea del conocimiento público en México como un posible medio de defensa (tal vez el único medio de defensa que quede al final) usada por un pueblo oprimido en contra de estos desquiciados:

Cuando el soldado se retiró, dobles tinieblas envolvieron al prisionero (el "Doctor Rodolfo Magallanes"), y doble soledad se sentó sobre su magullado corazón ...

-Ellos obran lógicamente, continuó el férreo pensar del cautivo. Sin jueces, sin leyes, cogen y matan. Y solo dejarán de matar cuando la víctima ya no resuelle, cuando su estertor se pierda, cuando caiga exánime, besando las plantas del tirano, con los labios cárdenos, en un rendimiento póstumo ... ¡Gran Dios! ¿Es esto posible? ¿No hay para los pueblos víctimas un recurso de liberación? ¿Los has dejado inermes y tullidos ante el tirano? ¿Es el cristianismo en los pueblos una cadena que los ata de pies y manos, para que la ignominia del tirano se cebe en ellos con plena invulnerabilidad? ... ¡Señor, Señor! ¡Has Tú dispuesto que seamos hatos de ovejas yaciendo en un perpetuo matadero de almas y de cuerpos? ... ¡No! ... ¡Luego cabe el luchar! ¡Y si la defensa armada decae, hay que resucitarla; y si falla, hay que perfeccionarla! Y si se nos quita el número de combatientes, hay que aumentar la calidad. Y si ellos se han posesionado de la fuerza, nosotros debemos posesionarnos de la maña ... Vamos a cuentas. ¿Cuántos hombres tenemos sobre las armas? Unas ocho mil. ¿Contra quién luchan? Contra el tirano. ¿A quienes disparan? A los pobres "juanes" del ejército. ¿Qué, no valdría más levantar la puntería ...? ¿No valdría más disparar sobre los que son causa del aluvión de infamias, y así economizar la sangre de tanto mejicano irresponsable (no responsable, sin culpa, de lo que hacen los malvados)?

El Doctor Magallanes no tembló ante semejante planteo. Lo había resuelto muchas veces, en su magín, y lo veía muy práctico, muy racional, muy estratégico, muy mesurado.

-Puestos ya en terreno de lucha armada, se decía, hay que economizar sangre y parque. Al mismo adversario hay que economizarle sangre. Piedad para los soldados, con tal de que se tenga justicia con los jefes. En el Estado de X, hemos tenido una victoria de armas. Han quedado muertos cuarenta soldados, dos capitanes, un coronel. Los nuestros eran apenas doscientos. Si de esos doscientos hubiéramos tomado cinco, y hubiéramos asaltado a la una de la madrugada el Casino, habríamos asegurado la Jefatura entera de la Zona de Operaciones Militares, encargada de combatir contra nosotros.

¡Aquello era verdad!

-Toda guerra, proseguía, admite la emboscada. Las sorpresas son de la esencia de las victorias. El sistema del centinela alerta, lo comprueba. En todo plan de batalla, como en toda lucha, el gran recurso es la emboscada. La emboscada significa sorpresa. Los movimientos rápidos, que no dan tiempo al enemigo ni para herir, ni para prepararse, están consagrados por todos los estrategas. Desde los combates de Escipión el Africano, hasta los de Napoleón Bonaparte, el buen capitán busca el descuido del enemigo; descuido en la hora, descuido en el lugar ... Y no hay descuido más fructuoso para el enemigo, que el descuido de la cabeza misma. La cabeza del soldado, la cabeza del ejército entero ... El soldado romano, el soldado alemán, la protegen con el casco. En las grandes luchas, las grandes cabezas están siempre protegidas. Hindemburg estaba protegido por centenares de avanzadas, y resguardado por el santo y seña del Estado Mayor. En nuestra lucha actual, los defensores armados tenemos una ventaja que no hemos sabido aprovechar. Las cabezas de la persecución contra la cual combatimos, están descubiertos, están descuidados; la emboscada es fácil contra ellos. El teniente que comanda el sector donde lucha Trinidad Mora, se vive parapetado tras un potrero de piedras. Pero el General Fulano que comanda el teniente, se parapeta sólo tras el cristal de su automóvil, o tras la botella de cogñac de su cantina. Y jefes más encumbrados, los jefes natos de la persecución, confiados en nuestros melindres estratégicos, se contonean en sus yeguas primorosas en las soledades de Chapultepec, mientras mueren bajo su alto mando los humildes soldados del ejército ... ¡Levantar la puntería!: esa debe ser la divisa. Y si el jefe de esa persecución contra la que peleamos a mano armada es un ministro, ¿por qué hemos de dar más garantías a un alto ministro cuando las negamos a un simple oficial? Y si sobre el ministro, está un personaje superior, jefe de esa persecución contra la cual luchamos, ¿quién puede negar que en buena lid pueden nuestros soldados preparar su emboscada en el lugar más propio para asestar su golpe armado sobre la cabeza suprema misma de la opresión contra la cual luchamos?


En estos breves párrafos está la clave para poder enfrentar a la conjura ultraderechista en México en equidad de circunstancias sin descender al nivel de ellos. Sabemos exactamente quiénes son las cabezas. Sabemos exactamente de quiénes se trata. Hay ya suficiente información sobre ellos que permite identificarlos claramente como las cabezas de un tumor canceroso que está carcomiendo al país. Los desertores que los están abandonando y que los siguen abandonando en estos momentos abjurando del siniestro juramento de lealtad con el cual se pretendió encadenarlos de por vida continúan proporcionando información valiosa sobre sus maldades y sobre sus intenciones. Los familiares de sus numerosas víctimas refrendan la confiabilidad de la información. Es ya irrelevante que sus infiltrados en el gobierno federal hayan desaparecido una cantidad enorme de información que había sobre ellos antes de que el Yunquista Carlos Abascal tomara posesión de su cargo como Secretario de Gobernación. La información está llegando por otras vías, y no sólo ésto, sino que también está siendo subida a Internet en donde no puede ser destruída por ellos y en donde puede ser accesada al instante por todas las naciones del mundo. Los secretos que guardaban bajo penas de amenazas de muerte, están dejando de serlo, y están siendo exhibidos ante el mundo entero en sus calzoncillos, en su ropa interior sucia. Su pobreza espiritual está ya a la vista de todos. Su rebelión tras el Concilio Vaticano II en contra de la Iglesia Católica establecida presidida por el Papa Benedicto XVI está cada día más clara.

El concepto básico de "La Guerra Sintética" nos dice claramente que no se justifica el derramar una sola gota de sangre de un solo soldado del Ejército Mexicano para extirpar el cáncer de la ultraderecha que se está enquistando en el poder. El soldado, el sargento, el teniente, el mayor; en fin, los soldados y los oficiales en general, sólo reciben órdenes, y cuando pelean lo hacen en forma abierta dando la cara. Ellos no son el problema. Tampoco se justifica derramar una sola gota de sangre de un solo policía, o de un agente investigador de la Procuraduría General de la República, o de un agente del CISEN que está llevando a cabo un espionaje político actuando bajo órdenes emanadas del Secretario de Gobernación. "Los de abajo" no son el problema. Ellos tienen familias, y en su gran mayoría son también mexicanos que no poseen ni la milésima parte de las vastas fortunas que poseen los culpables que están apoyando la conjura. Los pequeños y medianos empresarios tampoco son parte del problema, ellos son mexicanos que están luchando por sobrevivir como cualquier otro, y de hecho son los verdaderos generadores de empleos que tanto necesita México. Ellos no forman parte activa de la conjura ultraderechista. En todo caso, debemos empezar por voltear la mirada hacia quienes dicen ser sus voceros (dentro de organizaciones como el Consejo Coordinador Empresarial y las cúpulas de la COPARMEX) aunque en realidad la mayoría de los gerentes de estar organizaciones empresariales sólo están viendo por los intereses del gran capital, de modo que la mayor parte de estos son simplemente gatos al servicio del mejor postor.

Continuemos con la lectura de otros párrafos tomados de "La Guerra Sintética":

También le enseñaban aquellos libritos, que el 95 por ciento de los mejicanos se declaraban católicos. Y aunque esto para Magallanes no significaba la totalidad de un catolicismo perfecto y práctico, sí decía muy claro que el plebiscito nacional se declaraba amigo y simpatizador de la Iglesia Católica y de sus espirituales ideales. Y de ello sacaba esta evidente conclusión.

-Luego es un cinco por ciento de audaces intangibles, los que subyugan a dieciseis millones de pacíficos corderos.

Y ni siquiera eso. De ese cinco por ciento, que significaría algunos miles, sólo es una porción breve la que sincera o insinceramente tiene que hacer el papel de anticatólica. Esa porción no llega a cien mil individuos, componentes de los dos grandes organismos de la revolución: el Ejército y el Partido Nacional Revolucionario. Y de esos cien mil individuos, la mayoría militar, soldados rasos; la mayoría civil, borregos inciviles, son unos cuantos mangoneadores los que manejan todo el tinglado, los que tienen en su mano la palanca de la múltiple maquinaria, por la cual los mejicanos están tan fastidiados que se lanzan a matarse unos con otros.

Las elocuentes cifras formaban en la mente de Magallanes el siguiente:

CUADRO

Católicos perfectamente acogotados: 15,796,586
No católicos fastidiados también: 626,136
Católicos paleros de la revolución con hueso en el Ejército o en el P.N.R.: 99,000
Líderes anticatólicos de ocasión: 900
Meros jefes centrales de la persecución: 100

Total de habitantes (Censo de 1934): 16,522,722

RESUMEN:

Gangrena nacional ............... 100 individuos
Podre circundante ............... 900 individuos
Explotados y víctimas en total ..16,521,722 individuos

Y Magallanes así reflexionaba:

-"Un pueblo entero atornillado por un cientosesentamilésimo. Más claro: Mil seiscientos pesos plata piqueteados por un centavo de cobre. Es decir: un cuerpo humano fastidiado por una chinche".

Magallanes tenía razón. ¿Qué vale una chinche ante un cuerpo humano? ¿Qué vale un cientosesentamilésimo ante un pueblo entero? ¿Qué son cien verdugos ante dieciséis millones y más de víctimas?

-'¿Qué no podríamos los católicos acogotar a esos cien, despreciar a esos novecientos, que entonces nos alabarían, y libertar a dieciséis millones?

Tal se preguntaba Magallanes. Y se respondía:

- "¡Sí! ... ¿Cuál es el medio? ¡La Guerra Sintética!


De cualquier modo, y vale la pena repetirlo, es mil veces preferible correr la voz sobre lo que está sucediendo en México para que, en un futuro no lejano, se les pueda echar del poder pacíficamente por la vía de las urnas. Usar la democracia por la cual el pueblo de México ya ha derramado tanta sangre; esa democracia a la que ellos temen y a la cual llaman asfixiante en su propaganda chatarra. Exponerlos, denunciarlos, pararlos de cabeza ante México y ante el mundo entero como lo que realmente son. Porque a fin de cuentas, no hay mejor arma que la verdad gritada con mil voces a los cuatro vientos. Y esto es tal vez a lo que más le tengan miedo, quedándose al final solos con su maldad y sus truncos sueños de poder y de gloria.


¿Es lícito matar a las cabezas de la conjura de la ultraderecha que amenaza a México?


ALEMANIA, 1938

La extrema derecha, personificada por unos cuantos agrupados en torno a un desequilibrado cuyas ambiciones imperiales de poder y gloria sumadas a la total impunidad con la cual ha cometido desmanes y con la cual ha podido gobernar, está por desatar una noche obscura no solo sobre el pueblo alemán sino sobre el resto de Europa alcanzando eventualmente a otros países del orbe. Sintiéndose poderosos, habiendo subvertido las instituciones democráticas que usaron a conveniencia suya para lograr el control total del poder, se han despojado ya de su antifaz mostrando sus verdaderas intenciones, mostrándose como lo que realmente son. Su influencia corruptora y fanatizadora está endureciendo las arterias de una nación, las juventudes están siendo arrastradas hacia una vorágine que sólo puede conducir a la catástrofe. Los sucesos están en marcha. Y el Anticristo alemán se prepara para llevar a las ovejas al matadero.

¿No había algo enérgico pero moralmente justificable como medida extrema que se podría haber hecho para detenerlos?

¿No había algo duro pero éticamente aceptable que pudiese haber justificado pararlos en seco con un golpe certero que podría haber evitado el derramamiento de mucha sangre de gente inocente?

MÉXICO, Inicios del Tercer Milenio

La extrema derecha, personificada por unos cuantos agrupados en torno a unos desequilibrados cuyas ambiciones imperiales de poder y gloria sumadas a la total impunidad con la cual han cometido desmanes y con la cual han podido operar y gobernar tras bambalinas, está por desatar una noche obscura no solo sobre el pueblo de México sino inclusive sobre otros pueblos de Latinoamérica. Sintiéndose poderosos, habiendo subvertido las instituciones democráticas que usaron a conveniencia suya para ir logrando el control total del poder, y se están despojando de su antifaz mostrando sus verdaderas intenciones, mostrándose como lo que realmente son. Su influencia corruptora y fanatizadora está endureciendo las arterias de una nación, las juventudes están siendo arrastradas hacia una vorágine que sólo puede conducir a la catástrofe. Los sucesos están en marcha. Y el Anticristo que palpita con vigor extraordinario desde la ciudad de Guadalajara se prepara para llevar a las ovejas al matadero con tal de salirse con la suya.

¿No hay algo enérgico pero moralmente justificable como medida extrema que se pueda hacer para detenerlos?

¿No hay algo duro pero éticamente aceptable que pueda justificar pararlos en seco con un golpe certero que pueda evitar a la larga el derramamiento de mucha sangre de gente inocente?

Nuevamente, de los empolvados anaqueles en otra vieja biblioteca, en la ciudad de Puebla, surge otro rayo de luz, otro rayo de esperanza, el cual como relámpago estruendoso surcando grandes distancias se une al relámpago que lo ha precedido disipando juntos las tinieblas que los rodean. Este nuevo rayo de luz, este nuevo rayo de esperanza, se suma al otro salido anteriormente combinándose con él en sinergía poderosa. Es un tratado escrito en 1599 por el conocidísimo Sacerdote Jesuita Juan de Mariana, el autor de la renombrada "Historiae de rebus Hispaniae" (Historia de España). Se titula "De rege et de regis institutione" (Del Rey y de la Institución Real). Y en el Capítulo VI del tratado, el título nos llama poderosamente la atención:

Capítulo VI. ¿Es lícito matar al tirano?

En la última década del siglo XVI, el famoso García de Loaiza, tutor de Felipe III de España, y más tarde Obispo de Toledo, quiso obsequiar al rey con una obra seria y sincera que le guiara en la difícil ciencia de la conducción honesta de los pueblos. Buscó y encontró en la casa de los Jesuitas de Toledo, a un sacerdote de los más sabios de su tiempo. Había enseñado teología en las universidades de Roma, de Sicilia y de París. Era un consumado historiador, dedicábase entonces a sondear los más grandes problemas de la Época. Ese erudito era el Sacerdote Juan de Mariana.

Aceptó Juan de Mariana S.J. la encomienda, y el libro quedó hecho.

Con la aprobación de Pedro de Oña, Provincial de los Mercedarios de Madrid, con el permiso de Esteban de Hojeda, Visitador de la Compañía en la provincia de Toledo, con dedicatoria al mismo Felipe III, el libro fue impreso en la misma ciudad de Toledo en la imprenta de Pedro Rodrigo. El libro "De rege et de regis institutione" es considerado aún en nuestros tiempos un monumento antiguo del saber sincero y valiente.

Empezamos con la lectura de algunos de los párrafos del libro, teniendo al tirano Adolfo Hitler en mente para así poder darle una interpretación actualizada a las enseñanzas que podamos extraer del tratado. En él hallamos lo siguiente:

La dignidad real tiene su origen en la voluntad de la república. Si así lo exigen las circunstancias, no sólo hay facultades para llamar a derecho al rey, las hay para despojarle del cetro y de la corona si se niega a corregir sus faltas. Los pueblos le han transmitido su poder, pero se han reservado otro mayor. Para imponer tributo, para dictar leyes fundamentales, es siempre indispensable su consentimiento. No disputaremos ahora como deba éste manifestarse: pero conste que sólo queriéndolo el pueblo se pueden levantar nuevos impuestos y establecer leyes que trastornen las antiguas; conste y esto es más, que los derechos reales, aunque hereditarios, sólo quedan confirmados en el sucesor por el juramento de esos mismos pueblos. Es preciso además tener en cuenta que han merecido en todos tiempos grandes alabanzas los que han atentado contra la vida de los tiranos. ¿Por qué fué puesto en las nubes el nombre de Trasíbulo, sino por haber libertado a su patria de los treinta reyes que la tenían oprimida? ¿Por qué fueron tan ponderados Aristogiton y Harmodio? ¿Por qué los dos Brutos, cuyos elogios van repitiendo con placer las nuevas generaciones y están ya legitimados por la autoridad de los pueblos? Conspiraron muchos con éxito desgraciado contra Domicio Nerón: ¿Quién reprende su conducta? Han merecido por lo contrario la alabanza de todos los siglos... Añádase a esto que el tirano es una bestia fiera y cruel, que adonde quiera que vaya, lo devasta, lo saquea, lo incendia todo, haciendo terribles estragos en todas partes, con las uñas, con los dientes, con la punta de sus astas. ¿Quién creerá sólo disimulable y no digno de elogio a quien con peligro de su vida trate de redimir al pueblo de sus formidables garras? ¿Quién, que no se han de dirigir todos los tiros contra un monstruo cruel que mientras viva no ha de poner coto a su carnicería? Llamamos cruel, cobarde e impío al que ve maltratada a su madre, o a su esposa sin que la socorra; y ¿hemos de consentir en que un tirano veje y atormente a su antojo a nuestra patria a la cual debemos más que a nuestros padres? Lejos de nosotros tanta maldad. Lejos de nosotros tanta villanía, importa poco que vayamos a poner en peligro la riqueza, la salud, la vida; a todo trance hemos de salvar a la patria del peligro, a todo trance hemos de salvarla de su ruina.

Tales son las razones de una y otra parte. Consideradas atentamente, ¿será acaso difícil explicar el modo de resolver la cuestión propuesta? En primer lugar tanto los filósofos como los teólogos están de acuerdo en que si un príncipe se apoderó de la república a fuerza de las armas (Comentario de Actualización: O con engaños, simulaciones, traiciones e infiltraciones), sin razón, sin derecho alguno, sin el consentimiento del pueblo, puede ser despojado por cualquiera de la corona, del gobierno, de la vida: que siendo un enemigo público y provocando todo género de males a la patria y haciéndose verdaderamente acreedor por su carácter al nombre de tirano, no sólo puede ser destronado, sino que puede serlo con la misma violencia con que él arrebató el poder que no pertenece sino a la sociedad que oprime y esclaviza. No sin razón Ayod, después de haber captado con regalos la gracia de Eglón, rey de los moabitas, le mató a puñaladas; arrancó así a su pueblo de la servidumbre que pesaba sobre él hacía ya veinte años.

Si el príncipe, empero, fuese tal o por derecho hereditario, o por la voluntad del pueblo, creemos que ha de sufrírsele, a pesar de sus liviandades y vicios, mientras no desprecie esas mismas leyes que se le impusieron como condición cuando se le confió el poder supremo. No hemos de mudar fácilmente de reyes si no queremos incurrir en mayores males y provocar disturbios, como en este capítulo dijimos. Se les ha de sufrir lo más posible pero no ya cuando trastornen la república, se apoderen de las riquezas de todos, menosprecien las leyes y la religión del reino, y tengan por virtud la soberbia, la audacia, la impiedad, la conculcación sistemática de todo lo más santo. Entonces ya es preciso pensar en la manera como podría destronársele a fin de que no se agraven los males ni se vengue una maldad con otra. Si están aún permitidas las reuniones públicas, conviene principalmente consultar el parecer de todos, dando por lo más fijo y acertado lo que se estableciera de común acuerdo. Se ha de amonestar sobre todo al príncipe, y llamarlo a razón y a derecho. Si condescendiere, si satisfaciere los deseos de la república, si se mostrare dispuesto a corregir sus faltas, no hay para qué pasar más allá, ni para qué se propongan remedios más amargos; si, empero, rechazare todo género de observaciones, si no dejare lugar alguno a la esperanza, debe empezarse por declarar públicamente que no se le reconoce como rey, que se dán por nulos todos sus actos posteriores. Y puesto que necesariamente ha de nacer ahí una guerra, conviene explicar la manera de defenderse, procurar armas, imponer a los pueblos contribuciones para los gastos de la guerra, y si así lo exigieren las circunstancias sin que de otro modo fuese posible salvar a la patria, matar a hierro al príncipe, como enemigo público, y matarlo por el mismo derecho de defensa, por la autoridad propia del pueblo, más legítima siempre y mejor que la del rey tirano. Dado este caso, no sólo reside esta facultad en el pueblo, reside hasta en cualquier particular, que abandonada toda especie de impunidad y despreciando su propia vida, quiera empeñarse en ayudar de esta suerte a la república.

Se preguntará, quizá, qué debe hacerse, cuando no hay ni aún facultad para reunirse, como muchas veces acontece; mas suponiendo que esté oprimido el reino por la tiranía, existe siempre la misma causa, y de consiguiente el mismo derecho. No por no poderse reunir los ciudadanos debe faltar en ellos el natural ardor por derribar la servidumbre, vengar las manifiestas e intolerables maldades del príncipe ni reprimir los contactos que tiendan a la ruina de los pueblos, tales como el trastornar las religiones patrias y llamar al reino a nuestros enemigos. Nunca podré creer que haya obrado mal el que secundando los deseos públicos haya atentado en tales circunstancias contra la vida de su príncipe. Hemos dado ya para esto una multitud de razones, y creemos que esas razones bastan.

Es pues ya innegable que puede apelarse a la fuerza de las armas para matar al tirano, bien se le acometa en su palacio, bien se entable una lucha formal y se esté a los trances de la guerra.


Junto al anaquel en donde estaba puesto el libro "De rege et de regis institutione", encontramos otro libro, ni más ni menos que del insigne Doctor de la Iglesia Católica (Angelicus Doctor), Santo Tomás de Aquino. Es el libro "De regno ad regem Cypri" mejor conocido como "De Regimine Principum". En el capítulo 6 de dicho libro, Santo Tomás aprueba el hecho que se lee en el libro sagrado de los Jueces, capítulo tercero, versículo 15 y siguientes, en que Aod de Gera mata en su aposento de verano al rey Eglón que esclavizaba a los hijos de Israel. Hay unas hojas sueltas al lado, pertenecientes al "Segundo Libro de las Sentencias", en donde el Doctor de Aquino en la Distinción 44, cuestión 2, artículo 2, aprueba la opinión de Cicerón, que alaba a los que mataron a César que había usurpado el poder y lo retenía tiránicamente: "TUNC ENIM QUI AD LIBERATIONEM PATRIAE TYRANNUM OCCIDIT, LAUDATUR ET PRAEMIUM ACCIPIT"; "En este caso, quien para liberar a la patria mata al tirano, merece alabanza y recompensa". Esto no lo dice un terrorista de izquierda o un masón liberal, lo dice el sublime Doctor de la Iglesia Católica. La alusión es hecha por Santo Tomás sobre el tirano usurpador, o sea el tirano QUOAD TITOLUM. Por su parte, el teólogo Francisco Suárez hace observaciones similares, y casi con las mismas palabras expone la misma doctrina, como podemos leerlo en la lección 8 de la Disputa 13, De Bello.

¡Cuánta sangre y cuántas muertes se podrían haber evitado, si tan sólo los católicos alemanes de los años veinte del siglo pasado hubieran estado mejor informados sobre lo que les era permisible hacer antes de seguir padeciendo la bota de alguien como el enloquecido tirano que en sus sueños de gloria militar imperial los llevó eventualmente a una hecatombe!

Sin embargo, aunque la respuesta a la pregunta ¿es lícito matar al tirano? de acuerdo a los más sobresalientes eruditos de la Iglesia Católica sea afirmativa, ello no puede ser utilizado como un justificante por nadie para intentar cometer un magnicidio en contra de Felipe Calderón inaugurado ya como Presidente de la República, por la sencilla razón de que este hombre debe ser considerado a estas alturas como un simple pelele de aquellos con los cuales se alió y con los cuales quedó comprometido hasta el cuello. La Historia se encargará de juzgarlo. Felipe Calderón no creó a la siniestra fraternidad Tecos, como tampoco tuvo nada que ver con la creación de la Organización Nacional del Yunque (hasta donde podemos saberlo). Aún si algún exasperado burlara la vigilancia estrecha que Felipe Calderón seguramente requerirá del Estado Mayor quizá por el resto de su vida, su muerte no resolvería nada, porque los promotores del complot en contra de la Nación son otros. Son estos otros los que deben ser considerados, llegado el momento, en conjunto y colectivamente, como el "tirano" que se está apoderando de México. Son estos pocos sobre los cuales, en caso de que la Nación se vaya acercando al abismo por causa de ellos, no existe restricción ni moral ni ética ni religiosa para su eliminación, pasando a ser considerados como un objetivo militar válido. Y en su defensa de nada les puede valer lo que abogen por ellos los cismáticos "sacerdotes" de la Organización Sacerdotal Trento creada por ellos mismos para justificar y "expiar" sus tropelías. Tal vez lo más conveniente, para ellos y para todos los demás, sería que se fueran para siempre de México a otra parte en donde estén dispuestos a aguantarlos, dejando a los mexicanos trabajar en paz y en armonía libres de los enajenantes fanatismos que estos seres perversos se han encargado de inyectar por décadas en las juventudes del país.